Ni ilusionado ni convencido estaba cuando empecé con la dieta, mi intención no era adelgazar, era no seguir engordando. No me encontraba bien, tensión alta, falta de movilidad y cansancio por cualquier actividad física (subir escaleras o andar) creo que fue lo que mas me preocupó.
En la primera consulta, casi obligado, me quedo claro que esto era una enfermedad crónica y que no había un tratamiento milagroso. Que desilusión. Tenía que controlar la comida, cambiar de hábitos (cinco comidas diarias) y hacer ejercicio.
Creo que hubo apuestas, haber cuanto duraba o si empezaba.
Dos años después y algunos kilos menos (por ahora 43) ha merecido la pena, la sensación es que los sacrificios no han sido tantos. No he pasado hambre y hacer ejercicio ya no es una obligación parece mas una necesidad (me falta algo el día que no lo hago). Lo único el evitar los excesos en cuanto a la comida y la bebida en los actos sociales. Que no son pocos.
Ahora la tensión está en su sitio, me cuesta menos andar, subir escaleras o cualquier actividad cotidiana y el coche esta más tiempo aparcado.
Tomás Palacios Rodríguez
Dos años después, y casi 50 k menos. Una experiencia y grandes descubrimientos, conseguir que un amigo disfrute cocinando no tiene precio.
Nerea Cenoz
Opinión 8 de 69
